Este programa no empezó siendo lo que es hoy.
Empezó como una idea grabada con un micrófono, sin saber a quién llegaría.
Pero hace años, cuando aún estábamos en la segunda temporada, sonó mi móvil y cambió algo.
Era David Télez. Me llamó mientras yo caminaba alrededor de mi piscina, con mis hijos pequeños cerca. Me habló con una claridad que aún me estremece: tenía un tumor incompatible con la vida.
Pero no me llamó para quejarse. Me llamó para agradecer. Para contarme que escuchaba el programa porque le daba sentido, dirección y esperanza.
Quería dejarle algo a su hija. Quería construir un legado. Y lo hizo.
Se apuntó a todos los cursos, participó en todos los encuentros, vino desde Barcelona al primer evento presencial. Lo hacía ya no solo para aprender, sino para estar, para compartir, para escuchar.
David falleció hace pocos días.
Pero vivió ocho años más de lo que los médicos le pronosticaron. En ese tiempo se casó, tuvo una hija y formó una familia. Lo que hizo con ese “tiempo de descuento” fue una lección para todos.
Este programa de hoy,, están dedicados a él. Porque la inversión más rentable no es la que haces en bolsa. Es la que haces con tu tiempo, con tu gente, con tu vida.
Gracias, David. Por enseñarnos que incluso cuando sabes que el final está cerca, puedes vivir con propósito, con sonrisa y con fe en el largo plazo.
Donde estés, sabemos que seguirás escuchando.
Aquí el capítulo
«No se cuanto tiempo estaré contigo,
ni cuanto tiempo estaré sin ti»