Siento ser yo quien te lo recuerde. Pero tranquilo, tranquila. Sé que es doloroso ver cómo esos casi 600€ que te has gastado en lotería, pensando que a tus compañeros les tocaría y a ti no, se han desvanecido. Tus planes se han esfumado junto con todo ese dinero.

Un dinero que, al final, ha ido a parar a Hacienda, al Estado. A engrosar sueldos de trabajadores que ni siquiera se presentan en sus despachos.

Dinero mal gestionado.

Mal distribuido.

Subvenciones que no llegarán a ningún lugar ni aportarán lo más mínimo al negocio de nadie.

Todo ese dinero gastado en ilusión, en sueños. Y esas horas que pasaste nervioso o nerviosa, pegado a la televisión, creyendo que, por fin, era tu momento.

Miiiiil euroooosss…

Ni eso.

No te ha tocado ni la pedrea. O la pedrá, ni siquiera sé cómo se escribe.

Todo ha sido un engaño. El Estado ha jugado con tu ilusión, con la misma probabilidad de que mañana te caiga un meteorito en la cabeza cuando vayas a trabajar y veas al imbécil de tu jefe.

La riqueza no se espera.

La riqueza no se compra. No puedes pagar por tener éxito.

La riqueza se atrae. Se crea.

Ahorra, invierte, y crece cada día un poquito más como persona y como profesional.

Llegará un día en que el premio gordo de un décimo te parecerá una miseria.

Con tu dinero, invierte en activos que valgan la pena. Activos baratos que se revalorizarán con el tiempo.

Crea valor, emprende, contrata personal.

Ahí es donde se encuentra la verdadera ilusión de la riqueza.

Lejos de la estafa de la lotería.

Aquí puedes comprar tu boleto de ida hacia la riqueza.

“Si suena demasiado bueno para ser verdad, seguro lo es… y tu bolsillo lo pagará.”