Bien sabéis los seguidores de este newsletter lo que pienso del lonchafinismo y la ruina que arrastra.

Me gusta más pedir perdón que permiso.

No le pregunto a mi mujer dónde quiere cenar: la llevo a cenar. O me lleva ella a mí. Pero no nos preguntamos dónde queremos ir.

No es lo mismo vivir pleno y en abundancia que comprarse un barco cuando ni te gusta el mar ni sabes navegar.

Dicen que tu día más feliz será el día que te dan el barco, y el segundo más feliz, el día que lo vendes.

No es lo mismo saber construir un millón que destruirlo en silencio.

Un reloj caro en la muñeca puede ser un estandarte.

Un reloj financiado es una mentira que tapa otra.

Hazte estas preguntas:

• ¿De verdad crees que con 1.000 euros podrías conseguir un millón?

• ¿Piensas que hay otra vía para enriquecerse que no sea despacio y con un horizonte largo?

• ¿Cuál es la razón por la que inviertes?

• ¿Dónde y cómo vas a invertir?

• ¿Dónde y cómo quieres verte dentro de diez años?

• ¿Dónde está esa vida que, cuando eras niño, te prometiste?

Aquí te puedo mostrar un rumbo, un faro.

“La vida que te prometiste de niño no se compra.
Se construye.”