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El día que casi lo pierdo todo por no seguir mi propio consejo

Empecé con el trading. Conocí a traders, hice cursos, pagué por ellos, ahorré dinero para operar… y me convertí en uno de los mejores traders que podrías conocer. Creía en el trading, hacía coberturas, perfeccionaba mi swing trading. Llegué a pensar que funcionaba.

 

Quebré mi cartera. Estuve a punto de volver a quebrarla. Era un ludópata. Me justificaba mintiendo y diciendo:

 

“No voy mal, por lo menos no pierdo… estoy aprendiendo.”

 

No tengo la más remota idea de cómo salí de aquella espiral macabra:

“Poner mi dinero, para ganar dinero, para luego perder todo mi dinero.”

 

No sé qué fue lo que me hizo abrir los ojos y darme cuenta de que todo era una farsa. Todo eran brókers y cursos. No había nada más.

 

No sé qué luz fue la que me iluminó para plantarle cara al intradía, y poder decir, en cada programa:

 

“No funciona el trading. Nunca lo ha hecho. Nadie vive de eso, ni gana nada con eso.”

 

No te sé explicar cómo hice para seguir levantándome y no perder la esperanza en las inversiones. Es decir, por un lado, fui capaz de soltar las operaciones a corto plazo; y por otro, no me hundí lo suficiente como para abandonar y dejar el mundo de la inversión.

 

Las cosas ocurren porque tienen que ocurrir.

Porque tienen que suceder.

En el momento justo. En el instante preciso.

 

No sé qué demonios leí que me hizo comprar acciones baratas, mantenerlas más de diez años y, repitiendo ese movimiento cada mes, acabar haciéndome rico.

 

No sé en qué momento dejé de ir a votar para sentarme a crear proyectos que me hicieran ganar más dinero.

 

La cuestión es que, un día, tomé las riendas de mi vida, agarré el timón y navegué hasta el puerto con más abundancia que encontré en el camino.

 

Fue un despertar. Qué a ti te puede hacer despertar.

 

Aquí un mensaje breve. 

 

Aquí tres horas que cambiarán las próximas 400.000 horas que te quedan todavía por vivir.

 

 

 “Fue un despertar. ¿Y a ti? ¿Qué te puede hacer despertar?”