Sin identidad y sin rentabilidad.
Sin propósito y sin sentido.
Estoy definiendo tu cartera. Lo sé. Pero no te lo tomes a mal, todos hemos pasado por ahí. Tu cuñado, tu peluquero, tu banquero, Cinco Días o el Diario Expansión. Ellos han compuesto tu cartera. Una que se define por su falta de identidad y de rentabilidad.
Recuerdo un día que unos primos de mi mujer me hablaron de criptomonedas. Dos funcionarios de la sanidad, hablándome de descentralización.
Recuerdo cuando un maquinista de tren me habló de Nagarro.
Cuando un podólogo me dio información privilegiada sobre Louis Vuitton.
Cómo trataba de convencerme un panadero de que una “establecoin” era, efectivamente, estable.
Ayer, subiendo un puerto con mi bici Trek Madone de carretera, paré a tomar un avituallamiento. Café con maritoñi. A mi lado, dos ciclistas hablaban de los mejores fondos indexados de Indexa Capital.
Es muy probable que tu cartera esté formada a base de estas recomendaciones. En plena crisis de identidad.
Y en plena crisis de rentabilidad.
¿Cuál es el propósito de tu cartera? ¿Por qué inviertes? ¿Por qué ahorras?
Banco Santander.
BBVA.
O Telefónica.
Compraste en la codicia, vendiste asustado.
Yo, con mi portátil y las piernas cruzadas, encuentro activos rentables. Asigno a mi cartera con personalidad. Y siempre en verde.
En mi WhatsApp me preguntan cómo los he encontrado. En mis AirPods suena KRS-One.
No atiendo a recomendaciones. No sigo a twitters. No escucho a youtubers.
No le doy importancia a absolutamente nada, excepto a cuatro cosas:
• La gráfica.
• La cuenta de resultados.
• El balance.
• Los flujos de caja.
Ellas son mis influencias.
Ellas me dan las respuestas.
Ellas son las que construyen una cartera que supera al mercado, año tras año.
Aquí uno de mis mejores capítulos para ver.
Aquí uno de mis mejores capítulos para oír.
Aquí las mejores las tres horas que te cambiarán la vida.
